Tras leer High Fidelity, obviamente tenía que atacar alguna otra obra del autor, dado el difícilmente mejorable regustillo que me dejó la primera. A la hora de escoger la siguiente me dejé llevar por un mecanismo infalible por antonomasia, cortesía de Waterstones (una de las principales cadenas de librerías en el Reino Unido): buscar los que estuviesen en oferta, esto es, con una pegatina de dos por tres. Ciertamente no es un criterio especialmente literario, ni siquiera inteligente quizá, cuando al fin y al cabo un libro cuesta siete cochinas libras, o, lo que viene a ser lo mismo, las dos primeras pintas tontas de un martes de despiste. Que no cunda el pánico: tambián hay que tener en cuenta que a esa altura de la película ya había tomado la firme y sabia (por una vez) decisión de leer todo lo que este autor tiene editado hasta la fecha, que debe ser a día de hoy algo así como ocho o diez libros en total. Así que si tenemos en cuenta este aspecto, en realidad el orden de los factores realmente no altera para nada el cociente y la decisión tomada en base al precio cobra algo mas de sentido, no? Pajas mentales…
En cualquier caso, compré A Long Way Down y Slam. A Long Way Down es, quizá, incluso mejor que High Fidelity. O, al menos, tan bueno como este. A ver si consigo explicar por que en las próximas líneas sin ser cansino/viejuno…
El argumento del libro es sencillo de resumir: cuatro personas coinciden en una Nochevieja en la azotea de un rascacielos de Londres, dispuestos a suicidarse al alimón. Obviamente no se suicidan en el momento (se acabaría el libro en la página 3, y no estaría yo aquí perdiendo el tiempo), sino que genera una surrealista relación entre todos ellos que se desarrolla a lo largo de toda la novela, dando lugar a mas de una y de dos situaciones ciertamente hilarantes. El perfil de los cuatro elementos, a saber: una adolescente de lo mas “chav” (mackoy, que diriamos en Getafe, o de familia desestructurada, que dirían los psicólocos, equivocándose, por cierto, como el libro luego desvela), un veinteañero americano rockero, o al menos aspirante a ello (no confundir con Roquero, que es otra cosa), un presentador de televisión en claro declive desde que paso por la cárcel por acostarse con una menor, y, finalmente, una mujer con un hijo en estado de pseudo-coma, atado a una silla de ruedas de por vida.
La estructura del libro es bastante manida: se narra una historia lineal, en la que en cada capítulo, mas bien cortos de longitud por cierto, es uno de los cuatro protagonistas el que da su visión de cómo están trascurriendo los hechos. Lo que no es manido en absoluto es la ejemplar forma en la que Hornby construye unos personajes absolutamente desternillantes con los que, sin embargo, es muy fácil sentirse, una vez más, identificado en su patetismo. A mi en particular me chiflan el presentador y la adolescente, pero cualquiera de los cuatro no tiene desperdicio alguno, ni en lo que dicen, ni en lo que piensan, ni en lo que hacen o dejan de hacer. La libertad que supone crear en torno a unos personajes que ya han decidido suicidarse permite a Hornby desarrollar situaciones que aunque serian ciertamente inverosímiles en cualquier otro escenario, en este en concreto en el que se nos plantean no solo son creíbles, sino que parecen hasta lógicas e, incluso, inevitables en el sentido de que la única deriva natural que los acontecimientos podrían tomar es la que de facto toman.
Todo ello, repitiéndome como el ajo, en un inglés muy, pero que muy cómico, y muy, pero que muy bien escrito. Una vez mas, y ya va siendo tónica general del blog, veo complicada la traducción eficiente del texto, no ya tanto de la historia, sino de las situaciones y diálogos que la vertebran. En concreto, Jess (la adolescente) es un torrente de energía que, con su lengua suelta y su verbo fácil aunque parco en léxico, hace que el lector se sienta navegando en las procelosas aguas del norte de Londres, en un barrio lleno de tugurios, pit bulls y tipejos con capucha. Como la vida misma, vamos.
Resumiendo que es gerundio, un libro refrescante, como me da que va a ser la tónica de todos los del autor. Nada profundo, nada que te haga pensar más de la cuenta, pero a su vez, fundamental, nada que te haga pensar que el autor te tome por tonto. Lo cual es de agradecer, claro.
Hello world!
Hace 2 meses