Esto va de los libros que leo, de los que me gustan y también de los que no.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

A long way down, Nick Hornby

Tras leer High Fidelity, obviamente tenía que atacar alguna otra obra del autor, dado el difícilmente mejorable regustillo que me dejó la primera. A la hora de escoger la siguiente me dejé llevar por un mecanismo infalible por antonomasia, cortesía de Waterstones (una de las principales cadenas de librerías en el Reino Unido): buscar los que estuviesen en oferta, esto es, con una pegatina de dos por tres. Ciertamente no es un criterio especialmente literario, ni siquiera inteligente quizá, cuando al fin y al cabo un libro cuesta siete cochinas libras, o, lo que viene a ser lo mismo, las dos primeras pintas tontas de un martes de despiste. Que no cunda el pánico: tambián hay que tener en cuenta que a esa altura de la película ya había tomado la firme y sabia (por una vez) decisión de leer todo lo que este autor tiene editado hasta la fecha, que debe ser a día de hoy algo así como ocho o diez libros en total. Así que si tenemos en cuenta este aspecto, en realidad el orden de los factores realmente no altera para nada el cociente y la decisión tomada en base al precio cobra algo mas de sentido, no? Pajas mentales…

En cualquier caso, compré A Long Way Down y Slam. A Long Way Down es, quizá, incluso mejor que High Fidelity. O, al menos, tan bueno como este. A ver si consigo explicar por que en las próximas líneas sin ser cansino/viejuno…

El argumento del libro es sencillo de resumir: cuatro personas coinciden en una Nochevieja en la azotea de un rascacielos de Londres, dispuestos a suicidarse al alimón. Obviamente no se suicidan en el momento (se acabaría el libro en la página 3, y no estaría yo aquí perdiendo el tiempo), sino que genera una surrealista relación entre todos ellos que se desarrolla a lo largo de toda la novela, dando lugar a mas de una y de dos situaciones ciertamente hilarantes. El perfil de los cuatro elementos, a saber: una adolescente de lo mas “chav” (mackoy, que diriamos en Getafe, o de familia desestructurada, que dirían los psicólocos, equivocándose, por cierto, como el libro luego desvela), un veinteañero americano rockero, o al menos aspirante a ello (no confundir con Roquero, que es otra cosa), un presentador de televisión en claro declive desde que paso por la cárcel por acostarse con una menor, y, finalmente, una mujer con un hijo en estado de pseudo-coma, atado a una silla de ruedas de por vida.

La estructura del libro es bastante manida: se narra una historia lineal, en la que en cada capítulo, mas bien cortos de longitud por cierto, es uno de los cuatro protagonistas el que da su visión de cómo están trascurriendo los hechos. Lo que no es manido en absoluto es la ejemplar forma en la que Hornby construye unos personajes absolutamente desternillantes con los que, sin embargo, es muy fácil sentirse, una vez más, identificado en su patetismo. A mi en particular me chiflan el presentador y la adolescente, pero cualquiera de los cuatro no tiene desperdicio alguno, ni en lo que dicen, ni en lo que piensan, ni en lo que hacen o dejan de hacer. La libertad que supone crear en torno a unos personajes que ya han decidido suicidarse permite a Hornby desarrollar situaciones que aunque serian ciertamente inverosímiles en cualquier otro escenario, en este en concreto en el que se nos plantean no solo son creíbles, sino que parecen hasta lógicas e, incluso, inevitables en el sentido de que la única deriva natural que los acontecimientos podrían tomar es la que de facto toman.

Todo ello, repitiéndome como el ajo, en un inglés muy, pero que muy cómico, y muy, pero que muy bien escrito. Una vez mas, y ya va siendo tónica general del blog, veo complicada la traducción eficiente del texto, no ya tanto de la historia, sino de las situaciones y diálogos que la vertebran. En concreto, Jess (la adolescente) es un torrente de energía que, con su lengua suelta y su verbo fácil aunque parco en léxico, hace que el lector se sienta navegando en las procelosas aguas del norte de Londres, en un barrio lleno de tugurios, pit bulls y tipejos con capucha. Como la vida misma, vamos.

Resumiendo que es gerundio, un libro refrescante, como me da que va a ser la tónica de todos los del autor. Nada profundo, nada que te haga pensar más de la cuenta, pero a su vez, fundamental, nada que te haga pensar que el autor te tome por tonto. Lo cual es de agradecer, claro.

viernes, 12 de diciembre de 2008

The Road, Cormac McCarthy

Una de las escasas entradas de este blog, o mas bien amago de blog, referia a No country of old men, y ya alli me referi al estilo de este se;or, Cormac McCarthy, y lo que me gustaba y dejaba de gustar de el. No me repetire en esta entrada, en la medida de lo possible.

Por cierto, para el que no se haya dado cuenta aun, sigo con teclado sin tildes ni e;es ni nada por el estilo. Cualquiera que sea un poco perspicaz pensara que debe por tanto de tratarse del ordenador del trabajo, y que, dado que este es fijo, estoy escribiendo esta entrada desde la oficina. Viva la gente perspicaz. Efectivamente, y desafortunadamente tambien, tener un jefe ligeramente enfermo por el trabajo al que le gusta hacerte esperar los viernes por la tarde, cuando ya no tienes absolutamente nada que hacer ni que aportar, por el mero hecho de pegarse el homenaje de mirarte y decir: hay que ver mi jovenzuelo, como se parte el espinazo por la causa. Pues eso, que al Lazarillo no se la dieron, ni con queso, y tampoco me la van a dar a mi. O como se diga o se piense. O en castellano, que me da que desvario, que efectivamente, aprovecho un ratito de viernes tarde para engordar un poquito Internet, que parece que falta le hace.

En cualquier caso, y dejando los desvarios para dentro de un rato cuando las pintas hagan su socorrido efecto, de lo que aqui se trata de de hablar de un premio Pulitzer, se;ores. Y me parece muy curioso, porque que tenga en mente, solo he leido dos premios Pulitzer de ficcion: La Carretera y las Uvas de la Ira. Y curiosamente tambien (la curiosidad mato al gato, ya sabeis), los dos libro tienen una tematica muy muy similar: una familia abandonada a su suerte, en la carretera la mayor parte del camino, tratando de sobrevivir en tierra hostil.

Las diferencias son mas de forma que de fondo, por tanto. Aqui no se trata de la busqueda del Dorado en forma de pan en California, sino de un futuro apocaliptico y (probablemente, aunque no se explicite) postnuclear en el que la raza humana esta practicamente extinta y los cuatro gatos que quedan parecen empleados de Lehman Brothers: canibales, egoistas, capaces de cocinar un ni;o sin cabeza a la plancha o de violar a diestro y siniestro todo lo que se ponga en su camino. Pensandolo bien, quiza me haya pasado un poco con los pobres banqueros, aunque tambien es verdad que una bomba nuclear y medio quilo de cigalas para desayunar tampoco es que sea exactamente lo mismo.

El estilo (si, dije que no iba a repetirme mas que el ajo, pero es que hay mucho vampiro suelto en la red, no se si lo sabiais) es duro, parco en estilismos, y tiene la virtud de fijarse en la cabeza del lector y quedarse ahi durante un buen tiempo, incluso en zopencos sin memoria como el que escribe. El mero hecho de llamar a los personajes ‘Padre’ e ‘Hijo’ (supongo que lo habran traducido asi, aunque las traducciones al castellano de este autor tengo entendido que son infames, aunque aqui no haya el dichoso acento de Texas del que hablaba en la otra entrada), lejos de despersonalizarlos, lo unico a lo que contribuye es a fortalecer su relacion, su lazo de sangre que en definitiva es lo unico que les queda. Las descripciones de los paisajes, crudas, frias, se ajustan perfectamente a lo que todos, desde Terminator 2, imaginamos que puede ser ese futuro que parece que siempre esta ahi pero nunca llega, como el bueno de Olano.

Ya sin bromas, el libro es el mas duro que he leido nunca, y eso es bastante. En la linea de Las Uvas de la Ira (durisimo tambien), pero mas bestia y descorazonador aun. De hecho, cuando uno lleva 50 o 70 paginas realmente quiere dejar de leer, el cuerpo no le pide continuar. Esta sensacion se mitiga poco a poco, pero no por el hecho de que la crudeza y dureza y, por que no decirlo, crueldad del libro se atenue con el trasiego de papel de un monton a otro, sino porque el dolor, como todo, se anestesia facilmente con la monotonia, y en esta sociedad de excitacion continua y de no parar que pierdes el tren es muy muy dificil que alguien se sobresalte con el hambre de un ni;o, si ya lo paso hace 20 paginas, aunque ahora sea peor. Crisis de verdad tendriamos que pasar, como dice mi abuela, y no de estas de ahora, de barra, ca;ita y tapita de jamon para consolarse.

El final he visto que levanta algo de controversia en internet, porque hay quien considera que es un happy ending sin sentido. Sinceramente, no le veo el happy ending por ningun lado, y me parece hasta sadico que alguien se lo pueda encontrar. Un final feliz seria que los dos protagonistas se muriesen en la pagina 2 y dejasen de pasar penalidades, y ahi acabase el libro. Lo demas, pamplinas.

Y si me preguntas si recomendaria el libro, pues despues de la entrada en el blog lo cierto es que va a parecer que estoy como una cabra, pero ciertamente si (y si). Esta muy bien escrito, describe situaciones limite con una habilidad pasmosa, y te cala por dentro, hasta empaparte. Te marca, y aunque tenemos muy buenos quitamanchas hoy en dia (llamalo whisky, llamalo futbol, llamalo el Papa Roma) esta es de las que oblige a remangarse y frotar. Y mira que era precisamente esto lo que intentaba Dan Brown con todos y cada uno de sus libros, pero, hay hijo mio, sin que sirva de excepcion el se;or Cormac le gana por una braza en esta ocasion.