Esto va de los libros que leo, de los que me gustan y también de los que no.

viernes, 19 de junio de 2009

Farewell, My Lovely, Raymond Chandler

Prácticamente todo lo que en su día escribí de The Big Sleep aplica igualmente a esta novela, por lo que esta va a ser una entrada más bien cortita, que estamos a viernes. Una vez superado el impacto inicial que me produzco aquella (el estilo, el género, la trama, los clichés noir), el regusto que deja esta segunda es incluso aún mejor, como los buenos maltas. Conforme uno se va dando cuenta de que lo de la primera novela del señor Chandler no fue fruto de casualidad y de que es muy capaz de mantener el nivel o incluso incrementarlo en obras posteriores, mi admiración por el autor no hace más que crecer y crecer. En lo que a mí concierne, que por otro lado es de lo que he venido a hablar aquí, de mi libro, Farewell My Lovely es incluso mejor que The Big Sleep. La trama está mejor hilada, con más continuidad y, más importante aún, menos giros de dudosa credibilidad. Con un final que esta vez sí tiene todo el sentido del mundo y que cierra la novela de forma sublime, o mejor dicho, redonda.

Y es que una vez leídas dos, me da la impresión de dos o cuarenta la estructura de las novelas del autor tiende a ser circular, empezando en un punto (típicamente un personaje, en este caso Moose Malloy, en The Big Sleep Carmen), y siguiendo el comportamiento de una peonza: según se desencadena el primer golpe inicial, la trama va girando poco a poco, en círculos cada vez más amplios, y complicando la trama hasta que ese primer punto de partida se pierde totalmente de vista, oculto por tramas secundarias que en el fondo no lo son tanto, sino agregados que contribuyen a enraizar la investigación y hacerla lo suficientemente interesante como para que sobre ella se escriba una novela. En la parte final del libro, lenta pero inexorablemente, antes de que la peonza pierda toda tracción y se deposite impotentemente en el suelo, el autor vuelve siempre a ese personaje inicial, que resulta ser la clave que da sentido a todo lo hasta entonces relatado. Y en cuatro o cinco páginas, al final del todo, se resuelven todos los dilemas pendientes, y el bueno de Marlowe hace un par de reflexiones de cara al tendido, cigarrillo y petaca en mano como mandan los cánones.

La trama, tratando de no destripar nada al que se anime a una sesión de Bourbon, consiste fundamentalmente en el desarrollo en paralelo de dos casos distintos: un asesinato por parte de un gigantón, en presencia de Marlowe, y otra muerte, en este caso de un snob que contrata al protagonista para realizar el pago de un rescate por unas joyas. Todo ello aderezado de la típica pelirroja, la típica rubia que quita el hipo, un gangster con su timba en su barco, un psiquiatra de lo más turbador, una abuela alcohólica que busca en el fondo de un vaso de ginebra tiempos mejores, y un par de sabuesos, uno listo y otro tonto hasta decir basta.

En definitiva, otra muy buena novela negra que no aporta demasiado respecto a la anterior, ni maldita falta que le hace. Lo bueno, si dos veces, dos veces bueno.

jueves, 11 de junio de 2009

Robert N. Charrette – Just Compensation

Uno de los más gratos recuerdos que tengo en lo que refiere a disfrutar con un libro me hace remontarme a más de diez años atrás, cuando mis padres me regalaron en la feria del libro de Madrid el primer volumen de la trilogía Secretos del Poder, de Charrette: Nunca Pactes con un Dragón.

Pecadillos de juventud, no cabe duda. Aquél libro me hizo descubrir el mundo Shadowrun, que hasta aquel entonces para mí, pertinaz aspirante a freak de los de juegos de rol del estilo de D&D o Lord of he Rings, no era más que otro potencial universo fantástico por descubrir. Siempre había sido un fan de la ciencia ficción, probablemente como evolución lógica desde la saturación por la fantasía épica según vas cumpliendo años y también influenciada por ese, gran momento en el que tus padres te regalan un Spectrum, marcándote por siempre jamás. Pero si rebuscamos un poco en el baúl de los recuerdos lo cierto es que hasta entonces no había encontrado ningún libro de ciencia ficción con el que disfrutase de verdad de la buena, de la de hincharse a pipas saladas hasta que te escuecen los labios. Cierto, había devorado unos cuantos ejemplares de William Gibson, el gurú del Cyberpunk, y aunque el mundo que presentaba este señor era de lo más atrayente y sugestivo, la realidad es que su prosa me parecía en muchos casos más un brindis al estilo y al crítico que un regalo para el lector. Un plasta, vamos, en lenguaje llano del que se entiende. Después, con los años, me he dado cuenta de que cometí un craso error de juicio y de que buena parte de los libros que por aquel entonces me chiflaban del género no dejaban de ser banales, de estar mal escritos y de no sostenerse se cogiesen por donde se cogiesen. Y el señor Gibson, por otro lado, escribe muy bien, todo hay que decirlo.

Sin embargo, Nunca Pactes con un Dragón nunca me decepcionó, ni en su momento ni restrospectivamente. Quiero recordar que en su momento leí hasta tres veces esta primera novel a protagonizada por Sam Verner, en la que se presenta un futuro dominado por Corporaciones (la mítica Renraku Corporation) en el que los Estados como los conocemos ahora no existen, algunos humanos han mutado en pseudo especies como Elfos, Enanos y Orcos, y la magia y los dragones han vuelto para quedarse. En definitiva, se escenificaba en un tocho de quinientas páginas el universo Shadowrun al completo (un juego de rol de ciencia ficción basado en las premisas anteriormente citadas), dotando además a esta ambientación de una trama que te cogía y no te soltaba desde la primera página, zarandeándote incrédulo pero expectante ante un mundo de tecnología carente de credibilidad pero apasionante a la vez. Johny Mnemonic, la película, refleja razonablemente bien el mundo al que me refiero. Lástima que el argumento sea cutre como pocos.

No estoy chalado, aunque lo parezca: mi amigo Chus, una de las personas cuyo criterio en lo que refiere a libros más respeto, y que a día de hoy, como es funcionario y tiene tiempo libre, se dedica a leer libros de filosofía y sociología (Nietzche y demás cosas para valientes), opinaba en su día y opina ahora lo mismo que yo. De ahí mi excitación cuando navegando por la red descubrí que el total de novelas Shadowrun no fue tres, sino más de cuarenta, y que, además de la citada trilogía, el señor Charrette había escrito al menos otros dos ejemplares, Just Compensation uno de ellos.

Una de las bondades de vivir en Londres es que Amazon te cobra muy poquito por los gastos de envío, y en el mercado de segunda mano todo, absolutamente todo, está disponible por cuatro duros a tiro de clic. Un mercado de pulgas, vamos. Y así, en dos días, tuve entre mis manos un apéndice de uno de los tótems de mi adolescencia, con su papel amarillo y su tapa malucha de papel agrietada, como mandan los cánones.

Como no podía ser de otra forma, el libro es más de lo mismo. Y como no podía ser de otra forma, disfruté como un enano todas y cada una de sus páginas. The Matrix (entendida como una red de información), los Deckers, los orcos con su jerga (parece que todos mutaron en una aldea canija de Irlanda a la vez) y sus implantes, Elfos fascinantes, aceleradores de reflejos y nanotecnología que dotan de velocidad extraordinaria a Shadowrunners que, desde la clandestinidad, toman ventaja de los agujeros del sistema para sobrevivir o lucrarse, según las posibilidades de cada uno… hágase usted a la idea. Y claro, definitivamente, esto no es literatura, ni mucho menos.

Viendo la ilustración de la portada (me ahorro la descripción) eso ya lo sabe uno, no hace falta ni abrir el libro. Es la antítesis de literatura como la describen los señores esos mayores con barba. Pero bien es verdad que hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una lectura ligera, y bien es verdad igualmente que en cuanto lo terminé lo primero que hice fue entrar en Amazon para comprar el otro libro del autor. Y es que Charrette tiene la inaudita capacidad de hacer creíble (dentro de las limitaciones obvias que marca un mundo de Orcos y Elfos) esta realidad alternativa a tiro de piedra en la que los Estados Unidos se han fragmentado, la moneda de cambio es el nuyen y los hechiceros y los dragones copan los círculos de poder, y es que digo yo, donde esté un elfo que se quiten Botín y Florentino… ¿no?

Igualmente, el argumento no tiene mucho sentido explicarlo aquí: la cosa va de confabulaciones para derrocar a un gobierno, apoyadas por una corporación con intereses turbios y con dos hermanos, un Decker y un militar, que se arrejuntan años después de una forma un tanto original. Dicho así suena a cosa estúpida, y probablemente lo sea. Pero vamos, que lo que es yo… que me lo pasé como un enano, oiga.