En ocasiones uno tropieza con una novela por mera casualidad, por un comentario esporádico de un buen amigo en cuyo gusto literario más o menos confiamos o por una reseña en un periódico. En otras ocasiones no es tanto la novela lo que descubrimos, sino el propio autor, lo cual es mucho más satisfactorio porque abre la puerta de par en par a un paraíso en forma de obra virgen por descubrir. Más o menos algo así me sucedió con Hornby, y este blog debiera ser prueba suficiente de la satisfacción que a ese descubrimiento concreto le debo.
Es menos habitual descubrir un género por casualidad. Pero lo cierto es que con esta novela de Chandler es esa sin lugar a duda es la forma más apropiada de describir mi experiencia. No se trata tanto de descubrir un autor con un estilo apasionante, o una novela como es el caso en la que el argumento da vueltas y vueltas atrapando al lector en una espiral que no le deja reposar el libro y sustituirlo por la almohada. Se trata sobre todo de descubrir la novela negra por primera vez, y de quedarse estupefacto ante el espectáculo de fuegos artificiales que conlleva. Vamos, que me han fichado en el mercado de primavera, futbolísticamente hablando.
En efecto, creo que este es el primer libro de novela negra propiamente dicha que he leído nunca. Novelas de detectives sí, en forma de Sherlock Holmes, y también thrillers de estos de Michael Crichton o Ken Follet de devorar en tumbona con la playa de fondo. Pero el ambiente asfixiante de esas películas de Bogart en blanco y negro, de esos gangsters imponentes que regentan casinos y de esos asesinatos a sangre fría con bloque de cemento incluido, a la sombra de un Buick negro y con perfume a tabaco, bourbon y gasolina… bien, en ese caso, palabras mayores, amigo.
El argumento de la novela básicamente consiste en que Philip Marlowe, un detective privado, es contratado para resolver una situación de chantaje en una familia adinerada. El chantaje resulta no ser tal, y aunque el caso podría dejarse por cerrado en las primera veinte páginas, Philip se da cuenta de que hay gato encerrado y de que hay que abrir la jaula. Evidentemente la madeja se enreda y enreda según el protagonista se va adentrando en el caso y según va recabando información de algunos personajes memorables como las dos hijas del contratante, una serie de gangsters a cual más peculiar o la impagable rubia platino. El caso se convierte en una serie de ellos que va resolviendo de forma paulatina, pero inevitablemente las hebras sueltas al tirar de ellas desembocan en nuevos ovillos hasta un final en el que, quizá de una forma precipitada, y este es el único pero que pongo a la novela, se resuelven uno a uno cual naipes retirados cuidadosamente del castillo.
Chandler nunca fue un escritor, y de hecho esta fue su primera novela, con cincuenta y tantos años. Aparte de darnos esperanzas a los que siempre hemos tenido ese gusanillo dentro, de forma material su falta de “experiencia” como escritor se refleja en una forma peculiar de escribir, seca y muy muy eficaz a la vez. Su estilo es ciertamente la quintaesencia de lo que uno esperaría de una película o novela negra, y sus diálogos, especialmente en boca de Marlowe, son impagables. El personaje en sí es una auténtica joya, duro pero noble, y con un peculiar código de honor que le busca innumerables problemas pero también le ayuda a resolverlos de una forma creíble y consecuente con el discurrir del relato. Los adjetivos son precisos, como equipo quirúrgico de hospital público pagado por todos. Los sustantivos, innumerables, americanos como ellos solos, y en muchos casos ligeramente inteligibles para el que no sea nativo, que obviamente es el caso. En cualquier caso, nunca fue necesario entender todas y cada una de las palabras de un párrafo para disfrutarlo, y las oportunidades para lo mismo aquí son infinitas.
Afortunadamente, me compré el libro en un volumen en el que vienen otras dos novelas de Chandler. Huelga decir que no me arrepiento, claro.
Hello world!
Hace 3 meses