Y con esta entrada terminamos la etapa “Hornbyniana” del blog, ya que How to be Good es la única novela que todavía no había tenido entrada en el mismo. Aunque Hornby tiene editados unos cuantos libros de recopilación de artículos de diversas materias, de momento no me siento especialmente inclinado a hincarles el diente… básicamente se trata en su mayoría de críticas de discos y libros que, si bien probablemente sean interesantes y estén bien escritas, a día de hoy no me acaban de convencer lo suficiente para hacer click a mis amigos de Amazon.
Y tristemente, cerramos el ciclo con la novela que menos me ha gustado del autor. Probablemente me acusarán ustedes de misógino, pero creo que la razón de que el libro no tenga el mismo encanto que los anteriores es que la protagonista del mismo es una mujer. Y maticemos esto, porque buena parte de los personajes geniales del autor que he descrito en entradas anteriores eran mujeres, adolescentes, madres o hermanas – Jess en A long way Down, la madre del protagonista de Slam o las múltiples novias a las que Rob hace la vida imposible en Alta Fidelidad. Son grandes personajes todos ellos, maravillosamente matizados y con una energía arrebatadora en la mayoría de los casos. Sin embargo, como eje central de su obra, Hornby necesita a alguien patético y entrañable a la vez, y en ocasiones da ligeramente la impresión sólo es capaz de definir esas características con nitidez cuando utiliza para ello un personaje masculino, probablemente porque riéndose de ellos de alguna forma se está riendo de sí mismo. Hasta el ejemplo de hacer una autobiografía como Fever Pitch en la que él mismo parece un personaje más.
Katie, a pesar de un inicio absolutamente arrebatador en el que deja a su marido por teléfono en un garaje porque sencillamente según está hablando con él se da cuenta de que no le soporta más (demos gracias que leí el libro hace un mes y no hace dos semanas), no cuenta con todas las características necesarias para todo ello, y despega sus alas sólo a medias en la novela. Su marido, claramente el imperfecto -Hornby- de la familia, es el que arranca sonrisas al lector, y el que le empuja a pasar una página tras otra. Él y un chiflado hippie al que conoce, o los dos hijos de la pareja. Sin embargo, Katie es la narradora, es la que lleva el peso del libro, y es la que le da consistencia y continuidad. No diré yo que no sea un buen personaje, sencillamente no es memorable como el resto de los protagonistas del buen amigo Nick. Y en el país de los ciegos, el tuerto es el rey, o todo lo contrario.
Tampoco nos llevemos las manos a la cabeza: el libro es entretenido, y se deja leer con ganas. Bastante más agridulce que sus primos segundos, probablemente esa carencia del optimismo derrochador de a Long Way Down o de High Fidelity, aunque mostrado de forma paradójica y en muchos casos ambigua, es lo que menos me acabe de convencer. Los happy ending de otras obras no se repiten aquí, y bastante mal está el mundo como para que nos privemos también de las pocas historias que nos hacen sonreir al final, rebañar en el cubo de palomitas y enfilar hacia el centro comercial a comer unos Nachos. No podemos ni debemos prescindir de esos pequeños detalles, en mi opinión. Bastante hablan ya de la crisis en la 2.
Por lo demás, más de lo mismo: emplazado en el Norte de Londres, familia de clase media que, en este caso, no tiene ningún problema para llegar a fin de mes, familia desestructurada pero sin tintes dramáticos, y diálogos geniales cada dos o tres páginas. Vintage Hornby, aunque un poco peor.
Hello world!
Hace 3 meses